Desde hace años he tenido problemas con la eficiencia de la comunicación. Todo empeoro cuando empecé a leer filosofía, muchos de mis castillos de algodón eran devorados por gigantes de negro que presumen un sombrero con un signo de interrogación.
Mientras crecía esto parecía no tener manera de mejorar, mi mente se iba llenando de frases, como: es imposible saber que los demás entiendan exactamente lo que dices, jamás voy a saber si logré hacerlos sentir lo que siento utilizando nuestra única precaria herramienta del lenguaje, vivimos aislados en nuestras cabezas.
Pero este fin de semana, todas mis terribles sospechas han sido clarificadas. Nada demuestra mejor nuestra incapacidad de comunicarnos, como un mal corte de cabello. Así que pido un minuto de silencio, por todos esos cabellos que han sido mutilados en vano a causa de nuestro triste encierro.
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